lunes, mayo 31, 2010

Big Fish


A doña Carmen Arias de Schröder  

El viernes pasado murió una viejita que fue como una abuela para mí.
Fue vecina de mis abuelos en San Carlos, cuando mi mamá estaba pequeña y por esas casualidades o no tanto de la vida, se pasó a vivir a un par de casas para abajo de la nuestra, cuando yo estaba en el colegio.
Yo me entretenía con sus historias inverosímiles, de cómo había venido a América en un barco con su esposo alemán, de cómo lograron safarze de los nazis con su bebé de dos años.
De cómo había criado a sus chiquillos en Limón. De la negrita que se llamaba Blanca Nieves y de la otra empleada que le torció el pescuezo a unas loras para servirlas como codornices a unos invitados, porque no había nada qué comer en esa época.
Me intrigaban todos sus conocimientos sobre ángeles y santos, sobre medicina homeopática y no faltó vez en que le pidiera un consejo para esto o para aquello, que si dolor de panza, que si alergias...
De ella conservo unos libros de recetas promocionados por "Royal Baking Powder" con fecha de 1931 en el que aseguraban que el producto era totalmente natural y daban todos los consejos para su utilización, hasta ese entonces totalmente innovadora.
Y por supuesto siempre juré que algún día iba a escrbir un libro sobre su vida, que no fue para nada convencional... al menos un capítulo. Algún día.
Por eso, me hubiera gustado haber ido a su funeral, me hubiera encantado ver si llegaban todos esos personajes que en sus historias contaba, me intrigaba llegar y toparme con esas personas que describía en sus relatos y que yo en mi mente joven mezclaba fantasiosamente con la realidad.
Me hubiera gustado ir, para imaginarme cómo sería mi funeral y de nuevo fantasear con que si llegará ese gentío tan alegre y multicolor como el que tuvo Ed Bloom en la película.

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