Los besos apasionados, los tiernos, los largos y eternos, los cortos y suaves, los mojados, los secos, los sonoros y silenciosos, los sin ganas, los que asfixian, los que pican o los que saben a fresa, o a chocolate...
Todos esos besos se llegan a olvidar fácilmente y tenemos que rebuscar un poco y hacer memoria para revivir esa sensación en nuestros labios.
Pero los besos robados, esos que te dieron, o más bien te quitaron.... son los que siempre se recuerdan. Yo recuerdo tres besos robados y siempre de colores.
Tres besos, tres colores.
Uno verde nocturno, velado por un farol de la casa.
Otro gris, en la calle, con presagio de lluvia.
Y el tercero, tal vez el más bonito que me hayan robado en mi vida... Color amarillo sol, justo como lo había imaginado, callejero también, tímido y miedoso, por los autobuses que pasaban... pero sin importarle nada, sólo quería llegar a mi corazón.
miércoles, septiembre 28, 2005
Aquellos besos robados
domingo, septiembre 18, 2005
Mi encuentro conmigo misma
Me gustan tus zapatos, me dijo una vocecilla aguda, apenas me senté. Su dueña asomaba unos ojillos vivarachos por encima de la mesa, mientras comía una paleta de dulce. Y a mi tus pendientes... ¡son de mariquitas! contesté.
Sus billetes por favor. Vamos a Segovia. ¿A dónde vas? No dejaba de preguntar ¿Y eso está muy lejos? ¿No comes dulces? No, voy a comer frutas. A mí me gustan las frutas. Y a mi los dulces... ¿Tienes frío? El aire del tren me ponía la piel de gallina, o sería la sensación de estar viéndome frente a frente con unos 21 años menos... Yo por eso uso esta chaqueta... ¡Mira los molinos! Ya no los viste... Papá ¿Puedo pintar? Y comencé yo a dibujar en mis sueños una imagen inquieta no tan disímil a la de la figurilla que me acompañaba en aquel viaje.
Desperté con una canción de la incansable duendecilla rosa. Veo veo, qué ves, una cosita y de qué color es... y me sentí de repente objeto de las miradas y parte de aquel juego infantil...
¿Te gusta cantar? Si, mucho ¿Y bailar? Estoy aprendiendo sevillanas... Dentro de poco nos bajamos, vamos a un cumpleaños. Yo también voy a un cumpleaños pero a Madrid.
¿Ya conoces Villalba? Cuando vuelvas en este tren tienes que pasar por ahí. ¿Cuando es tu cumpleaños? ¿A finales de noviembre? Si el 29. El mío a principios de diciembre... el 9.
Sólo faltaba que su nombre fuera como el mío. Pero se llamaba Clara.
Estoy convencida que existen los duendes.
Y no sé sí es conicidencia pero siempre me aparecen en los trenes.
Cuando vuelva en ese tren, seguro que visitaré Villalba...
Sus billetes por favor. Vamos a Segovia. ¿A dónde vas? No dejaba de preguntar ¿Y eso está muy lejos? ¿No comes dulces? No, voy a comer frutas. A mí me gustan las frutas. Y a mi los dulces... ¿Tienes frío? El aire del tren me ponía la piel de gallina, o sería la sensación de estar viéndome frente a frente con unos 21 años menos... Yo por eso uso esta chaqueta... ¡Mira los molinos! Ya no los viste... Papá ¿Puedo pintar? Y comencé yo a dibujar en mis sueños una imagen inquieta no tan disímil a la de la figurilla que me acompañaba en aquel viaje.
Desperté con una canción de la incansable duendecilla rosa. Veo veo, qué ves, una cosita y de qué color es... y me sentí de repente objeto de las miradas y parte de aquel juego infantil...
¿Te gusta cantar? Si, mucho ¿Y bailar? Estoy aprendiendo sevillanas... Dentro de poco nos bajamos, vamos a un cumpleaños. Yo también voy a un cumpleaños pero a Madrid.
¿Ya conoces Villalba? Cuando vuelvas en este tren tienes que pasar por ahí. ¿Cuando es tu cumpleaños? ¿A finales de noviembre? Si el 29. El mío a principios de diciembre... el 9.
Sólo faltaba que su nombre fuera como el mío. Pero se llamaba Clara.
Estoy convencida que existen los duendes.
Y no sé sí es conicidencia pero siempre me aparecen en los trenes.
Cuando vuelva en ese tren, seguro que visitaré Villalba...
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