Leo un libro que me hace recordarte: y te veo pequeño, abriéndole la puerta a un pajarito para que salga volando libre, lejos de vos. Le abrías la jaula sin hacer caso a las voces de tu abuelo, que te decía que era el último que te regalaba. Pero que luego te traía otro y otro más... Creo que él también disfrutaba de la travesura y miraba con agrado la emoción y el brillo de tus ojos al dejar escapar al inofensivo bichito.
Sigo leyendo y me sigo acordando: tampoco te gusta enjaular las palabras, las dejás libres siempre, les abrís de par en par las puertas de tu corazón para que salgan sin problemas. Tus palabras viajan ligeras hasta mis oídos, aunque no las entienda, aunque me cueste creeralas, aunque me hagan llorar de emoción, al ver el brillo de tus ojos cada vez que las dejás escapar.
Termino de leer: y te entiendo un poco más, llegan hasta mí tus palabras que simplemente no podés dejar encerradas. Y los pajaritos vuelan hasta mi cabeza y me revolotean en el corazón, pero yo también los tengo que dejar en libertad, les abro la puerta de la jaula para que se vayan, que escapen lejos y dejen de picotear y no se coman las pocas migajas que me quedan de recuerdo, los pocos trocitos que conservo de tu amor.
sábado, agosto 20, 2005
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