Cuántas veces has cambiado de nombre.
Cuántas de color y sueños.
Despiertas de un lado del océano sin padre
y encuentras quien te engendre al ponerse el sol.
Cuántas veces te he imaginado, rosada, pálida,
latiendo un corazón que respira el frío del rocío.
Cuántas veces te he inventado, soñado
respirado tu perfume y te he escuchado llorando
aún antes de que comiences a hacerlo.
Aurora despierta, aurora dormida, sonriente y tierna.
Sigo buscando quien te arrulle, quien te quiera
ver abrir los ojos a un nuevo día.
Te construiré un futuro iluminado por tu mismo nombre
cuando llegues, si la noche terca deja de resistirse
y te permite aparecer.
viernes, julio 28, 2006
sábado, julio 15, 2006
Arroz
Es lo que se suele tirar en las bodas para desear prosperidad y buena suerte a los novios. Blanco como la niñez, como la nostalgia y el recuerdo, como las nubes que pasaban por tu puerto, por tu puerta y llegaban hasta aquí con tus palabras.
Blanco como una hoja de papel, un e-mail vacío esperando algunos días para poder escribirte algo, esperando las palabras adecuadas para felicitarte.
No existiría en el mundo la cantidad de barcos capaces de llevar las toneladas de sacos de arroz que deseo enviarte. Y no cabrían en tu nuevo hogar todos esos sacos sinónimo de dicha.
Tampoco un abrazo a la distancia sería suficiente y un te quiero creo que no bastaría para transmitirte todos mis buenos deseos.
No se me ocurre nada más que dejar una memoria navegante y enviártela en una botella, a la deriva, cautelosa, llena de felicidad, de esa felicidad que compartiste conmigo y de la cual todavía guardo algunos cuantos granitos...
Blanco como una hoja de papel, un e-mail vacío esperando algunos días para poder escribirte algo, esperando las palabras adecuadas para felicitarte.
No existiría en el mundo la cantidad de barcos capaces de llevar las toneladas de sacos de arroz que deseo enviarte. Y no cabrían en tu nuevo hogar todos esos sacos sinónimo de dicha.
Tampoco un abrazo a la distancia sería suficiente y un te quiero creo que no bastaría para transmitirte todos mis buenos deseos.
No se me ocurre nada más que dejar una memoria navegante y enviártela en una botella, a la deriva, cautelosa, llena de felicidad, de esa felicidad que compartiste conmigo y de la cual todavía guardo algunos cuantos granitos...
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