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De repente ella se da cuenta que suspira por pixeles.
Que lo que quiere, tiene un código hexadecimal determinado en la pantalla, se mide en puntos y forma palabras, que igual no alcanzan por más que el scroll sea eterno....
La tinta tampoco es suficiente. Y no hay una cantidad adecuada de renglones en la cartulina satinada con paisajes y puentes para poner todo lo que él quisiera...
Que los escalofríos son generados por una tecla conectada con su dedo y que su estómago hace mucho no salta si suena el teléfono.
Se descubre a sí misma haciendo collages, con palabras, links, pensamientos y colores, atemporales y que no esperan respuesta...
Se ha acostumbrado a un paréntesis en vez de una sonrisa y a un gif animado que intenta ser beso o caricia. A imaginar sonidos, gestos y hasta melodías, descritas con vocales.
El se sorprende al hacer preguntas que corresponden al futuro. Y ella no se cansa de recordar instantes del pasado.
Se dan cuenta de que lo que tienen es tan frágil y delicado como una pluma, que no se sabe dónde va a caer. Pero tan fuerte y constante como el viento que la mantiene suspendida, casi inmóvil, en el aire...
Lo único que los hace darse cuenta que es real, es el corazón, que sigue latiendo, en un largo recorrido...