sábado, junio 28, 2008

Elegí la tolerancia


Hace un poco más de cinco años me prometí a mí misma que nunca más iba a pretender cambiar a la gente. En especial si se trataba de una relación.
No pedir que la otra persona haga algo que no quiere, por "obligación". O que deje de hacer cosas que le gustan, también por "obligación". Tampoco esperar demasiado de nadie, ni generar falsas expectativas en la otra persona.
Y la verdad creo que he respetado mi promesa y creo que además me ha dado buenos resultados: Me siento más tranquila comigo misma y me he ganado la confianza de la persona que quiero.
Si a uno le gusta alguien tiene que ser completito, el combo ya viene armado, con refresco, papas o galletita... Tal vez alguno de los ingredientes no es de nuestra predilección: viene un toque picante, o muy simple o muy salado, o con mucha salsa.
¡Ja! Si fuera tan fácil como armar un sandwich de los de Subway ¿qué gracia tendría? Eso sí, con el tiempo uno va descubriendo qué tipos de sandwiches le gustan y qué otros definitivamente no se puede tragar. Esos son los subs que ya han quedado descartados del menú, porque uno sabe que le causarían más de una indigestión.
Ahora bien, ¿Podríamos sacarle esos ingredientes, que no nos gustan? Pues sí, podríamos, pero posiblemente echaremos a perder la receta original, en vez de mejorarla.
Tolerancia es esa capacidad de poder decir: "esto no me agrada del todo pero tampoco me molesta demasiado" ¿estoy dispuesto(a) a aceptarlo? Y a partir de ahí tomar una posición y una decisión.
Conste que no quiero decir que haya que aguantarse y tragarse absolutamente todo... pero la tolerancia le da a uno la oportunidad de hacer una pausa, necesaria para escuchar, entender, dialogar y poder encontrar un punto en el que ambos se sientan a gusto.
Por eso muchas veces es mejor expresar cómo se siente uno, en vez de decir "es que ud" o "es que ud no..." e intentar conocer qué siente la otra persona respecto al mismo "problema". Creo que eso resulta más constructivo y enriquecedor.
Que a veces hay que pensar en la otra persona: sí. Que otras veces hay que pensar de manera conjunta, en equipo: también. Y que a veces uno tiene que pensar solo en uno para evaluar sus prioridades: por supuesto!
Cada vez me convenzo más de que no hay que guardarse las cosas, uno se siente mucho mejor después de manifestar eso que le molesta, le incomoda, le enoja, le entristece o le preocupa... (siempre de una manera respetuosa) y la otra persona agradecerá esa sinceridad, tal vez no en el preciso momento... pero si existe esa confianza y respeto para decir las cosas, los problemas serán cada vez más insignificantes y todo fluirá más fácilmente.
¿Y el sandwich? ¡Seguirá sabiendo igual de rico!

2 comentarios:

Methos dijo...

Es cierto. Esto que comentas ya me había pasado por la jupa en varias ocasiones.

Me da risa que uno antes a cualquier chavala le encontraba uno el primer defectito, y ya se le venía todo abajo.

Ahora veo más claro que todos somos humanos y tenemos defectos y virtudes. Ya uno se va conociendo y sabe qué virtudes aprecia más y qué defectos puede sobrellevar.

Creo que ese es el famoso proceso de madurez... ¡o que ya soy viejo y sabio! :D

Alvaro dijo...

Hola

Cuesta mucho ser tolerante. Uno, ya sea consciente o inconscientemente, desea que los demás se amolden a como uno quiere y en definitiva eso no es posible.

Todos somos personas diferentes, y por supuesto somos más afines con unos que con otros. Pero muchas veces, cometemos el error de tratar de hacer que las personas menos afines con nosotros, lo sean. Y si no lo logramos acabamos enojándonos con esas personas y ni siquiera analizamos que lo que esas otras personas piensan y muchas veces eso lleva a los malentendidos y también a la enemistad. Pero por dicha existe el diálogo.

El diálogo sincero hace que las personas se entiendan y se comprendan, y eventualmente lleva a la tolerancia.

Saludos,